Inicié mis estudios de post-grado clínicos en el Hospital Miguel Pérez Carreño en el año 1991. Tenía cuatro años de graduado con dos de experiencia en medicina científica. Pude constatar que los estudios clínicos (post-grado clínico) son muy útiles para adquirir un entrenamiento en el área diagnóstica y en el manejo de pacientes con emergencias médicas. La medicina interna es un entrenamiento por el cuál deberían pasar todos los médicos, se evalúa al paciente integralmente y se adquiere una gran experiencia cuando se labora en grandes centros hospitalarios. Un internista sabe evaluar una radiografía de tórax, un electrocardiograma, una tomografía, diferentes tipos de exámenes de laboratorio y puede confrontar cualquier emergencia con mucha destreza. El lidiar día a día con pacientes hospitalizados, en la emergencia y en la consulta externa nos aporta conocimientos valiosos y básicos del área de cardiología, neumonología, y neurología. En menor grado uno aprende a diagnosticar enfermedades endocrinológicas, hematológicas y gastroenterológicas. Estos conocimientos nos dan la seguridad y destrezas suficientes para diagnosticar y enfrentar a pacientes con patologías muy variadas y diversas incluidas las emergencias médicas. El problema que pude observar durante mis post-grados clínicos de medicina interna y gastroenterología eran los relacionados con la poca importancia que se le daba a la información científica referente a las ciencias básicas y a la fase terapeútica.
Al llegar el médico a la fase terapeútica lo único que pude observar como tratamiento de avanzada era el uso de antibióticos en enfermedades infecciosas. De resto los tratamientos dejaban mucho que desear, sobre todo en la consulta externa donde los tratamientos estaban diseñados como recetas previamente establecidas donde el medicamento de moda o de turno era el más indicado. No se mencionaba la palabra estrés como factor desencadenante de enfermedades. No se sabía que había un nexo importante entre el estrés y la inmunidad celular. Se trataba el estrés con benzodiacepinas, el asma, enfermedades autoinmunes y enfermedades broncopulmonares crónicas con esteroides. Los pacientes deprimidos o ansiosos eran manejados con benzodiacepinas por los psiquiatras. En cambio la fase diagnóstica era excelente.
En cuanto a la información científica relacionada con las ciencias básicas (neuroquímica, bioquímica, neuroinmunología, farmacología, fisiología, etc) cada vez que un médico aportaba una nueva información sobre esta área o mostraba que se interesaba ávidamente por este tipo de conocimiento era visto como un extraterrestre, como un extraño o como que se salía de lo clásico y ortodoxo. Esto tiene que ver con la poca información científica que tiene el médico clínico. Imagínense la cara de los médicos con más experiencia o médicos adjuntos cuando un residente o estudiante del post-grado le explicaba a estos, los mecanismos neuroquímicos relacionados con la úlcera duodenal. El clínico tiene destrezas para utilizar equipos médicos. Técnicamente está muy bien. Por ejemplo, un gastroenterólogo manipula un endoscopio a la perfección pero no sabe que la bacteria helicobacter pylori se desarrolla en la mucosa gástrica y duodenal debido a una disminución de la inmunidad th1 (inmunidad celular) como consecuencia del estrés. En los congresos le mencionan que la bacteria es la causa de la gastritis y que la solución es indicar 2 ó 3 antibióticos hasta por 14 días. No mencionan el estrés por ninguna parte. Por ejemplo en un congreso de gastroenterología en Venezuela en Septiembre del 2004 se mencionó que las gastritis y esofagitis eosinofílicas en niños había que tratarlas con esteroides. Lo dijo un invitado internacional. Resulta que las enfermedades donde existe infiltración de eosinofilos que son un tipo de glóbulo blanco que se relaciona a enfermedades autoinmunes th2 (más adelante se explicará que las enfermedades autoinmunes th2 se relacionan con el estrés) son enfermedades donde el estrés juega un papel primordial y el principal evento es una inmunosupresión o disminución de la inmunidad celular (th1). Si se indican esteroides, lamentablemente se deprimirá aún más la inmunidad celular. Los esteroides solo desinflamarán un poco el daño producido por el eosinófilo pero no curan al paciente y además aparecerán variados efectos secundarios que pueden llegar a ser muy graves.
En el área cardiológica un especialista tiene mucha destreza para practicar una coronariografía o una angioplastia. El primer estudio consiste en la aplicación de material de contraste dentro de las arterias coronarias para diagnosticar obstrucciones de estas. La angioplastia coronaria es un método un poco más invasivo y consiste en desobstruir una arteria para luego colocar en el lugar de la lesión una pequeña malla metálica que mantiene la arteria abierta llamada Stent. Es muy importante en el paciente infartado o con angina de pecho inestable (dolor cardíaco por obstrucción de las arterias coronarias) este tipo de tratamiento pero el médico cardiólogo debe tener conocimientos de neuroquímica entre otros. El debe saber que ese paciente infartado, al que le está destapando las arterias coronarias, se encuentra bajo una situación de estrés desadaptado (una de las causas del infarto del miocardio) condición donde hay un agotamiento de la noradrenalina y un exceso de adrenalina. Igualmente estos pacientes pierden el sueño profundo o sueño delta (fase tres y cuatro del sueño de ondas lentas) que es el tipo de sueño donde se libera hormona de crecimiento que es una hormona antiestrés, repara tejidos dañados y aumenta la inmunidad celular). Resulta que el cardiólogo se encuentra desinformado y le indica al paciente durante la estadía en la unidad de cuidados coronarios como “tranquilizante”, Benzodiacepinas drogas que, como vengo diciendo hasta la saciedad, inhiben el sueño profundo o sueño delta y bloquean a las neuronas en general incluidas las neuronas que producen noradrenalina.
Al llegar el médico a la fase terapeútica lo único que pude observar como tratamiento de avanzada era el uso de antibióticos en enfermedades infecciosas. De resto los tratamientos dejaban mucho que desear, sobre todo en la consulta externa donde los tratamientos estaban diseñados como recetas previamente establecidas donde el medicamento de moda o de turno era el más indicado. No se mencionaba la palabra estrés como factor desencadenante de enfermedades. No se sabía que había un nexo importante entre el estrés y la inmunidad celular. Se trataba el estrés con benzodiacepinas, el asma, enfermedades autoinmunes y enfermedades broncopulmonares crónicas con esteroides. Los pacientes deprimidos o ansiosos eran manejados con benzodiacepinas por los psiquiatras. En cambio la fase diagnóstica era excelente.
En cuanto a la información científica relacionada con las ciencias básicas (neuroquímica, bioquímica, neuroinmunología, farmacología, fisiología, etc) cada vez que un médico aportaba una nueva información sobre esta área o mostraba que se interesaba ávidamente por este tipo de conocimiento era visto como un extraterrestre, como un extraño o como que se salía de lo clásico y ortodoxo. Esto tiene que ver con la poca información científica que tiene el médico clínico. Imagínense la cara de los médicos con más experiencia o médicos adjuntos cuando un residente o estudiante del post-grado le explicaba a estos, los mecanismos neuroquímicos relacionados con la úlcera duodenal. El clínico tiene destrezas para utilizar equipos médicos. Técnicamente está muy bien. Por ejemplo, un gastroenterólogo manipula un endoscopio a la perfección pero no sabe que la bacteria helicobacter pylori se desarrolla en la mucosa gástrica y duodenal debido a una disminución de la inmunidad th1 (inmunidad celular) como consecuencia del estrés. En los congresos le mencionan que la bacteria es la causa de la gastritis y que la solución es indicar 2 ó 3 antibióticos hasta por 14 días. No mencionan el estrés por ninguna parte. Por ejemplo en un congreso de gastroenterología en Venezuela en Septiembre del 2004 se mencionó que las gastritis y esofagitis eosinofílicas en niños había que tratarlas con esteroides. Lo dijo un invitado internacional. Resulta que las enfermedades donde existe infiltración de eosinofilos que son un tipo de glóbulo blanco que se relaciona a enfermedades autoinmunes th2 (más adelante se explicará que las enfermedades autoinmunes th2 se relacionan con el estrés) son enfermedades donde el estrés juega un papel primordial y el principal evento es una inmunosupresión o disminución de la inmunidad celular (th1). Si se indican esteroides, lamentablemente se deprimirá aún más la inmunidad celular. Los esteroides solo desinflamarán un poco el daño producido por el eosinófilo pero no curan al paciente y además aparecerán variados efectos secundarios que pueden llegar a ser muy graves.
En el área cardiológica un especialista tiene mucha destreza para practicar una coronariografía o una angioplastia. El primer estudio consiste en la aplicación de material de contraste dentro de las arterias coronarias para diagnosticar obstrucciones de estas. La angioplastia coronaria es un método un poco más invasivo y consiste en desobstruir una arteria para luego colocar en el lugar de la lesión una pequeña malla metálica que mantiene la arteria abierta llamada Stent. Es muy importante en el paciente infartado o con angina de pecho inestable (dolor cardíaco por obstrucción de las arterias coronarias) este tipo de tratamiento pero el médico cardiólogo debe tener conocimientos de neuroquímica entre otros. El debe saber que ese paciente infartado, al que le está destapando las arterias coronarias, se encuentra bajo una situación de estrés desadaptado (una de las causas del infarto del miocardio) condición donde hay un agotamiento de la noradrenalina y un exceso de adrenalina. Igualmente estos pacientes pierden el sueño profundo o sueño delta (fase tres y cuatro del sueño de ondas lentas) que es el tipo de sueño donde se libera hormona de crecimiento que es una hormona antiestrés, repara tejidos dañados y aumenta la inmunidad celular). Resulta que el cardiólogo se encuentra desinformado y le indica al paciente durante la estadía en la unidad de cuidados coronarios como “tranquilizante”, Benzodiacepinas drogas que, como vengo diciendo hasta la saciedad, inhiben el sueño profundo o sueño delta y bloquean a las neuronas en general incluidas las neuronas que producen noradrenalina.
Igual sucede con muchas especialidades clínicas y lamentablemente esto no va cambiar. Yo propongo, sobre todo a médicos que piensen como yo que nos organizemos en reuniones donde cada uno pueda dar un aporte científico a está desmejorada práctica médica solo con la finalidad de aportar una ayuda real para nuestros pacientes. Actualmente gracias a este blog comparto información por el correo electrónico con médicos de Argentina, México y Brasil y me han dado información valiosa y viceversa.